sábado, 18 de septiembre de 2010

El tigre y el filósofo




Estoy paseando tranquilamente por una de las calles de un campus universitario, me siento muy bien y contento, algo así como si flotara disfrutando de absoluta libertad. Mientras camino, me cruzo con un conocido que trabaja en un centro donde atienden a personas drogodependientes. Va con una mochila y se le ve contento, observando un poco más me doy cuenta de que está fumando un porro, nos soludamos y yo prosigo con mi camino.

Ahora me encuentro en un pasillo, en la planta superior de un edificio del campus universitario donde hay unos ventanales desde donde se puede observar el ir y venir de los estudiantes. Me encuentro con un profesor de filosofía importante pero a la vez desconocido para mí, me invita a fumar un porro y yo me quedo refexionando con él, le explico que ahora entiendo porque la profesión de filósofo (la de uno de universidad) es la más sublime cota a la que uno puede llegar, intelectual y profesionalmente. Lo pienso porque, mientras disfruto de su compañía, me digo: en un mundo donde todos fuman, el filósofo es la única persona que se puede permitir libremente fumar porros y disfrutar con ello. Me parece un hecho revelador y me admiro por ello. Cuando acabo con este pensamiento veo, a lo lejos, al conocido que acabava de encontrarme, con una mochila y una coca-cola grande en la mano, va riéndose y dando extraños tumbos mientras se dipone a cruzar una gran avenida. Me consta que es una persona religiosa, no muy dada a experimentar con ciertas drogas pero fumador ocasional. En cualquier caso, me sorprende verlo en esa extraña situación.

Acto seguido me veo en el interior de un gran claustro universitario ayudando a prepara algo así como una conferencia o un coloquio. Estoy ayudando a colocar una mesas, estamos bajo cubierto, en un pasillo largo y oscuro con unos techos muy altos donde me siento bien. También hay unas chicas con nosotros que nos ayudan. Mientras me dispongo a colocar unas mesas me doy cuenta de que estoy con mi bicicleta y que molesta porque no se aguanta derecha, veo una de la chicas como se enfada un poco por ese motivo ya que se le cae al mover alguna de las cosas que hay por allí. Cuando hemos acabado, dos de las chicas se quedan supervisándolo todo y puedo ver como en sus manos tienen unos bolis bic que se llevan  para canviar porque están flácidos y ya no sirven para nada.

A conitnuación estoy en otro lugar, me encuentro con mis amigos que están tomando algo en un sitio curioso; están en la terraza de un bar, en una esquina muy pequeña, como un rincón, en la que hay un pasadizo muy estrecho que conecta con una plaza muy grande. Yo acabo de salir de la ducha y llevo una toalla azul de algodón grueso, les saludo y al mismo tiempo llegan tres amigas de uno de ellos, las tres me parecen atractivas pero la situación me incomoda un poco dado que estoy con la toalla y no logro que se me ciña bien a la cintura. Con dificultades, pero con muchas ganas, me acerco a ellas para saludarlas. Nunca las había visto antes, me sonrojo un poco y... de repente me encuentro en la plaza contigua y no paro de besar y saludar a un montón de chicas que están juntas formando un corro, se disponen a empezar una clase de baile, yo estoy justo en el centro, rodeado por todas ellas.

Todas son muy guapas y alguna, cuando me dispongo a besarla, me dice que no la moje mucho (supongo que se refiere a mis labios), me molesto un poco pero no pasa nada, me quedo pensando en lo bien que quedaré con mis amigos que me ven desde la terraza -mientras, sigo intentando que la toalla no se me caiga y pienso para mis adentros: el problema con la toalla es que ya estoy muy seco y por eso no se me aguanta bien en la cintura. A una le digo -vaya, sois muchas eh! Me sorprendo cuando descubro que la profesora de baile es una amiga de mi madre a la que yo quiero mucho y admiro. La saludo, pero apenas puede estar por mí ya que está muy concentrada con la preparación de la clase; va muy maquillada y la puedo ver al lado de un radiocassete seleccionando la música va que utilizar para la sesión. Cuando acabo de saludarlas a todas me despido de ellas y me voy, me siento satisfecho de haber tenido el coraje de presentarme con tanta formalidad y de haberlo hecho con determinación. También me quedo dubitativo, pensando en si les habré gustado o no, en si les habré resultado atractivo ya que al ir medio desnudo era fácil que se fijaran en mis imperfecciones. Ya estando a cierta distancia, me doy cuenta que no llevo la toalla, me pongo a buscarla con preocupación y vuelvo la cabeza para ver si me la he dejado donde estaban las chicas que acababa de saludar. Puedo ver que justo en al lado del corro donde están ellas, en el suelo de tierra arenosa, está tirada mi toalla azul.

Ahora aparezco en el apartamento de mi madre, está oscuro pero la temperatura es muy agradable y corre una brisa abundante, me recuerda a los días de verano. Puedo ver unas cortinas que se balancean y forman extrañas ondulaciones empujadas por la fuerza del aire que ahora recorre todo la habitación. Al final del largo pasillo, justo donde estoy con mi ordenador trabajando, hay un tigre enorme que duerme tranquilo, es la mascota de la casa pero le tengo respeto y, en parte, le temo. Es un tigre especial ya que en vez de tener los colores propios de los tigres, de rayas negras, amarillas y blancas, es monocolor, todo de un pardo dorado y amarillento, igual que un león. Lo último que recuerdo es que me lanzo a correr por el pasillo porque he recordado que tenía que hacer o buscar algo con urgencia en el ordenador, aun intuyendo que podía suceder, despierto al tigre que se lanza a correr hacia mí. Le tengo confianza, pero también soy consciente de que se trata de un animal imprevisible. Cuando el tigre me alcanza pasa de largo y todo se queda en un amago, como hacen muchos perros cuando al reconocer a la persona a la que ladran o persiguen, se vuelven dóciles y dejan de representar un verdadero peligro.

Me despierto, me siento muy bien después de haber disfrutado de un buen sueño y me gustaría poder continuar en él. No obstante, me voy convenciendo de que ya no voy a poder dormirme otra vez y me excito recordando cada detalle de lo que he vivido. Lo recuerdo todo como pocas veces antes me había pasado. Mientras lo hago, siento una extraña sensación de satisfacción ya que no sólo puedo recordar todo lo que he soñado sinó también los pensamientos que en él tenía, ¡y lo que sentía! Lo bien que me sentía. Tigres leonados que se convierten en animales domésticos, filósofos que fuman porros mientras saborean los almívares del éxito académico-profesional, y chicas, muchas chicas jóvenes y guapas que danzan a mi alrededor para celebrar que nos hemos conocido. Definitvamente, decido levantarme de la cama para ponerme a escribir este sueño memorable y no dejar así que perezca.


No hay comentarios: