sábado, 2 de octubre de 2010

La nevera, el tsunami y un agujero fantástico




Desde el pasado domingo que vengo teniendo sueños muy discretos y de muy poco interés para el lector. Cuestiones de poca trascendencia y nada extravagantes, que no merecen más que ser mencionados de pasada. El que sin duda fue más significativo fue uno que recuerdo muy bien en el que aparezco en el comedor de mi casa: estoy duchándome dentro de la nevera mientras mi madre y una amiga suya me observan. Resultó muy curioso por el hecho de que el chorro de agua se activaba cuando la puerta de la nevera quedaba medio abierta, de tal modo que yo podía quedar al descubierto. Lo que no recuerdo tan bien es si la puerta de la nevera se abría de izquierda a derecha o a la inversa, así que no puedo dar más detalles sobre mi desnudez.


Esta pasada noche, no obstante, sí que he tenido un sueño de aquéllos que dejan un rastro verdaderamente fantástico, de aquéllos que te dejan pensando en cómo es posible que puedan formase tales cosas en nuestra cabeza. Yo estaba en el barrio donde he vivido toda la vida, Sarrià. Subía por la calle Rafael Batlle, casi estaba llegando al cruce con Vergós. Estaba paseando o, quizás, me dirigía a la universidad. El cielo estaba encapotado y en un momento empieza a llover con gran virulencia, yo sigo tranquilo pero empiezo a ver que cae mucha agua. La gran sorpresa llega cuando, de repente, veo como una especie de tsunami que empieza a inundarlo todo con gran rapidez. Curiosamente no me asusto, tan sólo me sorprendo viendo este fenómeno tan inusual, a la vez que me quedo pensando tarde o temprano esto tenía que ocurrir con todas las alteraciones que está provocando el cambio climático.


Puedo recordar imágenes muy reales de la masa de agua que lo cubre todo, ahora ya no estoy en medio de la calle sino que observo los acontecimientos desde lo alto de una loma. Veo una explanda inmensa y me horrorizo un poco pensando en todos los daños que habrá provocado esta inundación gigantesca. Sorprendentemente, tan rápido como ha llegado arrasándolo todo, se va -como si de una gran ola se tratara, que se mece con un ir y volver sobre la arena -. Una vez que se recupera la normalidad puedo observar que el paisaje es diferente, me doy cuenta que estoy en el desierto de los Monegros, donde en lo alto de un cerro, en medio de la tierra seca y ajada, se encuentra la universidad a la que me dirigía antes de que todo sucediera. Creo que estoy con la bicicleta y me dirijo hacia allí para asistir a clase.


Cuando llego me sorprende que todo en ella es como si fuera de otra época; los elementos ornamentales que allí se pueden observar, las puertas y los bancos de madera, todo me recuerda la ciudadela de un castillo. Recuerdo haber visto su escudo gravado en una placa de bronce con un marco grueso de madera de cedro. También veo a gente que transita en los pasillos en medio del ajetreo de un día de clase. Bajando por unas escaleras de lo más extrañas, como las que se pueden ver en muchos grabados de Escher, llego a un punto subterráneo donde estoy esperando para pasar por un agujero que me permita el acceso al recinto universitario que se encuentra rodeado de murallas. El agujero lo he estado examinando un rato antes y, para mi sorpresa, no cabía por él, así que me he visto obligado a esperar a ver cómo lo podría hacer.


Mientras espero, noto que alguien me acompaña, otra persona, un hombre, que también aguarda para pasar por el mismo lugar. Y aquí llega el momento más intenso del sueño que es cuando me doy cuenta que para poder pasar por el misterioso agujero tengo que subirme a una especie de silla mecánica que deslizándose por un raíl te transporta al otro lado. Me quedo observando atentamente el artilugio, medio fascinado por el invento, cuando empiezan a surgirme todas las dudas y no me atrevo a subir llegado mi turno. Decido no hacerlo ya que pienso es imposible que ahora pueda pasar por el agujero subido en esta silla, si antes no lo he conseguido cuando no llevaba nada. Sumido en esta intriga me despierto satisfecho de haber discurrido con tan buenos razonamientos.

No hay comentarios: