lunes, 4 de octubre de 2010

El salto mortal y una escapada a Boston




Estoy en la azotea de un edificio a donde me he escapado después de agobiarme en el trabajo. Me asomo por la blaustrada, en uno de los extremos, y en vez de ver la calle, con sus coches aparcados y algunas personas caminando, me encuentro con un mar espléndido y azulado. Me recuerda a una cala escondida a la que voy de vez en cuando cerca de Cadaqués con mis amigos. Desde lo alto, veo gente que se va tirando sin ningún tipo de miedo, puedo ver que son ellos, quienes después de dar un gran salto están nadando con holgura y disfrutan de cada brazada. Yo sigo observando sin decidirme a tirar.

Ahora aparece a mi lado una vieja conocida a la que vi hace muy poco. Se coloca a mi lado y sin ningún tipo de complejo, va y se tira al agua -la verdad es que coincide plenamente con el carácter real de esta mujer a la que siempre he apreciado por su calidez y bonachonería-. Puedo ver su cuerpo rollizo, como si fuera un dibujo animado, que va cayendo y dando vueltas a medida que avanza en el vacío. Mientras lo observo veo que en su trayectoria se interpone una roca inmensa a la que, en último momento, puede esquivar -deduzco que tan sólo ha sido una impresión óptica-. Al final, acaba por estrellarse contra las rocas que hay en los bajíos de una playa cercana al acantilado desde donde miro.

Me parece increíble, puedo ver su cadáver inmóvil reventado contra el suelo mientras algunos bañistas se acercan para ver cómo está. Yo sé que sólo puede estar muerta ya que la caída ha sido desde unos cuarenta o cincuenta metros de altura. La imagen de su cuerpo inerte y pesado entre las rocas me sobrecoge y me hace reflexionar. Ahora me toca tirarme a mí pero mientras miro hacia abajo no veo que haya ningún lugar con suficiente profundidad. Lo cierto es que hay algo muy extraño: cada vez que he mirado para abajo la distancia con el agua era mayor y la cantidad de mar ha ido diminuyendo hasta encontrarme en esta apretura ¿cómo puede ser que hace unos momentos estuvieran mis amigos nadando en medio de abundante agua y de repente ahora sólo hayan rocas y este vacío amenazador?

Empiezo a desesperarme porque ya hace unos minutos que debería haberme tirado, pero no veo hacia donde. No encuentro ningún lugar donde resulte seguro intentarlo. Me quedo observando detenidamente la roca grande sobre la que hace unos momentos casi se estrella mi ya desafortunada amiga, y miro a los alrededores donde sólo hay bajíos con un sinfín de rocas que aguardan en el fondo.  Intento calcular una buena trayectoria que me permita sobrevivir al salto desde lo alto de un montículo rocoso y alargado -ya no estoy en la azotea  sino en un acantilado-, la superficie es muy pequeña así que me cuesta mantener el equilibrio y puedo ver bajo mis pies el gran vació que se forma.

Finalmente, no puedo explicarles como termina la escena, pero supongo que bien, porque no me he levantado hoy con la sensación de haber tenido una pesadilla. Quizás sea por que unas horas antes he viajado a los Estados Unidos a visitar una amigo que vive en Boston plácidamente. En Cambridge, más concretamente, justo al lado del campus universitario de Harvard. He estado con él antes de ir a Nueva York -donde también tengo a otro amigo -, he conocido su extraña habitación con dos puertas (una falsa) en la planta baja de una especie de albergue juvenil superpoblado. El alquiler se lo pagaba la universidad para que éste pudiera proseguir adecuadamente con su intensa labor intelectual. También he podido disfrutar, aunque muy brevemente, del incipiente invierno de la costa este norteamericana.

No hay comentarios: